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La labor pedagógica para formar y educar en los niños una cultura de los valores y un comportamiento activo en su cumplimiento es una tarea bien compleja que requiere de variadas vías de la labor educativa, máxime considerando que se trata de una educación; es decir, la formación en el niño o la niña de rasgos, actitudes, valores, entre otros aspectos, que van a ser parte integral de su personalidad, y no de la enseñanza de simples nociones, conocimientos o habilidades que se expresen en un plano simplemente conductual, sin formar parte a su vez de su mundo afectivo y motivacional. Ello supone considerar muchas cuestiones, tanto referentes a su desarrollo como a la manera en que asimilan los conceptos y normas, así como del enfoque que se ha de aplicar en la realización de las actividades pedagógicas dirigidas al propósito de educar dichos valores.

Al tomar en cuenta tantos y tan diversos aspectos del desarrollo, que en su esencia constituyen formaciones psicológicas de la personalidad, no es posible actuar directamente en la estructuración de los valores, tal como sucede en la formación de las capacidades o la motivación, sino que es obligatorio llevar a cabo actividades diversas bien organizadas y concebidas metodológicamente, que permitan que los pequeños se orienten por sí mismos en su realización, lo que crea una base de ordenación que se transfiere a cualquier otra actividad semejante, y que progresivamente va conformando la formación psicológica dada, dependiendo de lo que se pretenda formar; en este caso, una formación y educación de valores.

Por eso hay que trabajar en las habilidades, hábitos, conceptos, nociones y vivencias que van a dar como resultado la formación de una cultura y un comportamiento activo hacia los valores, lo que se manifiesta cuando se ha logrado construir las bases de dicha formación psicológica.

De este modo, los componentes psicológicos de la educación de los valores no se enseñan realmente como tales, sino que surgen como consecuencia de la realización de actividades que sean de interés para los educandos y en las cuales se realizan acciones que actúan sobre la composición de esta futura formación psicológica.

Existen diferencias entre los mecanismos psicológicos que actúan como reguladores de la conducta del niño o la niña en la vida diaria, y aquellos otros que se manifiestan como más propios de una verdadera regulación moral de la personalidad, lo que determina que en una actividad grupal puedan surgir contradicciones entre los objetivos generales de la actividad que se realiza, que responden a los valores que se pretende formar en el grupo, y los particulares de cada uno de los educandos Es por eso que la labor educativa fundamental es lograr que todos los niños formen estos valores, que los han de orientar en las situaciones alternativas que se les pueden presentar, en la contradicción entre sus deseos personales y los intereses de los demás, para asuman el comportamiento apropiado, de acuerdo con el valor que se pretende formar.

Por ello se hace necesario que en los niños se comience a trabajar desde temprano en la formación de los mecanismos psicológicos para una regulación interna de los valores, que han de propiciar una relación satisfactoria y una proyección apropiada hacia los demás, base inicial para la posibilidad de una formación de valores que parta de una atmósfera de unidad y cohesión en el grupo infantil.

El centro de Educación Infantil constituye uno de los escenarios esenciales de la formación inicial de valores ya que los pequeños, desde las edades más tempranas, en todas sus actividades y espacios de interrelación están actuando, comportándose, adquiriendo vivencias y nuevas experiencias.

Este centro debe representar para estos un lugar de bienestar emocional, donde aprendan no solo nuevos conocimientos y habilidades, sino donde formen y desarrollen valores para el despliegue de sus potencialidades. Es en él donde se conjugan de forma simultánea diferentes fuerzas dinámicas del proceso de la formación de valores, como pueden ser los contenidos del programa, el educador, sus compañeros. De modo que los educandos se sientan implicados en el quehacer escolar de forma natural y agradable, creciendo en el centro de Educación Infantil con todas sus potencialidades personales integradas en sus sistemas de valores.

La forma de conseguir esto es proponerles actividades que les resulten atractivas y que los induzcan a una activa colaboración en su desarrollo, lo que es posible de alcanzar cuando el maestro combina los diferentes métodos de la didáctica. Si, por ejemplo, este va a tratar un contenido sobre la amistad, que es un valor importante a desarrollar desde la más temprana edad, y para ello relata un cuento, que es una manifestación del método verbal, debe combinarlo con acciones prácticas como pueden ser elaborar tarjetas de felicitación para los amigos (que es una expresión del método práctico) y, a su vez, introducir algún tipo de juego, que responde en su esencia al método lúdico. Así, el contenido se hace más rico y variado, aunque el objetivo sea el mismo (formar un valor) en las tres maneras de abordar la actividad.

Es decir, no basta con hacer actividades diversas, sino que las mismas deben propiciar que los pequeños se apropien de los contenidos mediante diferentes vías, esto refuerza las vivencias, consolida la motivación y posibilita una mayor interiorización de lo que se pretende que asimilen, y pase a formar parte de su yo interno.

De la misma manera que la educación de los valores ha de concebirse dentro de los más diversos contenidos de la Educación Infantil, lo mismo sucede con las formas organizativas para la labor pedagógica con estos, lo cual está estrechamente relacionado con los métodos.

Para una apropiada asimilación e interiorización de los valores, normas y comportamientos que están presentes en una educación de los valores, no basta con que los niños, en una situación estructurada como pude ser una actividad pedagógica, se asomen a los contenidos que tienen que ver con un valor, pues de hacerse solamente así se corre el riesgo de que lo vean como «algo que se da en una clase», sin relacionarlo con los demás aspectos de su vida y de su actuar: ellos tienen que ver que cuando se sientan diligentemente para hacer una actividad pedagógica se les habla de tal valor, pero también cuando juegan con sus coetáneos, sus acciones se relacionan con ese valor, y cuando hacen una dramatización esta puede tener que ver con el valor nuevamente, y cuando simplemente está en su actividad libre, existen condiciones mediante las cuales ellos, por su propia iniciativa, pueden relacionarse con dichos valores, sin que ello implique, por supuesto, que en toda y cada una de las actividades se hable obligatoriamente del valor específico, y se haga solo cuando el educador vea la posibilidad de relacionar de manera evidente el contenido de lo que trata con los del valor dado.

Dicho de otro modo, la educación de los valores tiene sus propias actividades, es un eje transversal respecto a las demás actividades, y asume las diversas formas organizativas de la actividad pedagógica general en el centro de Educación Infantil.

Al expresarse mediante diversas formas organizativas metodológicas, se permite en primer lugar que su contenido y maneras de trabajar sean variadas y no conduzcan al aburrimiento y la reiteración, y en segundo lugar, que pueda estar presente en todas las facetas de la vida cotidiana del niño o la niña. Esto también estimula la iniciativa y la creatividad del maestro, que no se ve constreñido a un único o fundamental tipo de actividad metodológica, y hace a este contenido rico y estimulante para los educandos.

Como el proceso educativo en el centro de Educación Infantil está dirigido a orientar y estimular el aprendizaje de los infantes de tal modo que estos no sean un simple objeto pasivo de las influencias pedagógicas en el proceso de enseñanza, sino participantes activos, en esta relación maestro-educando, el primero juega un rol básico en la orientación del proceso pedagógico, pero organizando su actividad de tal manera que los pequeños construyan por sí mismos sus estructuras mentales, creen su propia base de orientación y busquen las relaciones esenciales, sobre las condiciones que el maestro propicia de manera apropiada. Esto ha de ser mucho más evidente en los contenidos de la educación de los valores, cuyo objetivo final no es que ellos aprendan conceptos, nociones y comportamientos sobre el valor que se pretende formar, sino que los mismos pasen a formar parte de su estructura de personalidad en formación, y dirijan su comportamiento cuando se enfrenten a las más disímiles condiciones de la vida cotidiana.

Para ello, el proceso pedagógico de la educación en valores se concibe con distintas formas organizativas que en su conjunto constituyen el sistema de actividades que el educador tiene a su alcance para conducir dicho proceso, y que en el caso particular de la Educación Infantil tiene sus propias especificidades, dadas las particularidades de la edad y del trabajo educativo en esta etapa.

Estas actividades, en su definición más general, posibilitan de la manera más apropiada los aprendizajes que se pretenden alcanzar, y su consecuente interiorización para formar parte del mundo interno del niño o la niña. Al respecto, es bueno recordar que tales actividades, no importa la forma organizativa que revistan, tienen que tomar en consideración los siguientes principios, como son el hecho de que se correspondan con los objetivos propuestos, que tengan un significado para los infantes, y que, también, les sean gratas, para favorecer sus intereses hacia las mismas.

A esto se suma que dichas actividades se adecúen a sus posibilidades reales, ajustándose a la capacidad de trabajo mental y rendimiento físico de los educandos.

Para ello, el equipo educativo ha de utilizar diversas alternativas de acuerdo con el contenido, y que permitan la planificación y el logro de distintos objetivos, lo cual se facilita cuando en el proceso educativo se procura que esté presente la unidad de lo cognoscitivo y lo afectivo.

Por supuesto, los principios y lineamientos didácticos más generales de la educación en las primeras edades del desarrollo, como la consideración de que los niños constituyen el eje central del proceso de educativo, que su educación se ha de realizar en la actividad y la comunicación, entre otros, han de formar parte consustancial de la organización y planeamiento de las diversas actividades para la formación de los valores en cualquiera de sus formas organizativas, al igual que se consideran con respecto a los demás contenidos y ejes transversales del currículo.

Dentro de estas posibilidades formativas que brinda el centro de Educación Infantil, una de las vías más importantes es la actividad pedagógica, que es una vía apropiada para la formación de valores por ser el centro generador de la labor educativa del maestro, donde se desarrolla una parte esencial del proceso de enseñanza-aprendizaje. Cada una de las operaciones cognitivas utilizadas en las diferentes formas de la actividad infantil, se relaciona con diferentes necesidades de los pequeños, proceso que puede tener nuevas formas cualitativas.

A efectos de la labor educativa, es importante el convencimiento de que los valores se adquieren, aprenden y se forman a través de los conocimientos, las emociones y la experiencia, y que a pesar de su relativa estabilidad pueden ser desarrollados y enriquecidos.

Pero, aunque no existan demasiadas referencias bibliográficas al respecto, se sabe que la educación en valores es muy trabajada en las primeras edades, a pesar de que no se hace de forma sistematizada, por lo tanto explícita, y en pocas ocasiones se reflexiona sobre los valores que se transmiten a los niños, y que les llegan mediante el tono de voz del maestro en los juegos que se les proponen, en las actividades que se llevan a cabo, en la hora de la comida, cuando se les cambia de ropa o se les atiende en sus demás necesidades básicas, etc.

Al iniciarse el ciclo de la Educación Infantil, ya comienzan a estructurarse de manera incipiente los valores. En primer lugar, en el infante se desarrolla la observancia de reglas de conducta que son socialmente establecidas, las normas que le permiten regular su conducta, y que él asimila en la actividad y en la comunicación con los adultos y el mundo circundante.

Pero la imitación o la copia de los modelos del adulto no son suficientes en la formación de los valores, y se requiere de la realización de diversas actividades para su consecución. Actividades en las cuales se desarrollen cualidades morales que permitan que los pequeños manifiesten rasgos de bondad, disposición para vencer las dificultades y perseverancia para cumplir ciertas tareas, especialmente las de carácter docente, que digan la verdad en determinadas ocasiones y no sientan temor en algunas situaciones, y que valoren de manera sencilla cualidades que se ponen de manifiesto en sus compañeros y en ellos mismos.

Entre las actividades que el equipo educativo puede realizar están el enseñar a los educandos a que establezcan interrelaciones adecuadas y normas de comportamiento social, como disculparse, pedir ayuda, saludar y despedirse, no molestar a los demás, pedir permiso, dar las gracias, pedir por favor, no interrumpir al que habla, y hablar en voz baja.

De igual manera, realizar diversas tareas laborales les permite actuar con disposición y trazar objetivos laborales, planificar las acciones, con un orden y secuencia lógica y en coordinación con otros coetáneos, así como el empleo correcto de los útiles de trabajo y su cuidado.

A través de los juegos y otras actividades, enseñarles y formarles valores sobre la forma correcta de comportarse con los ancianos y con las personas con alguna invalidez física, en el autobús, en la calle, etc.

La relación con otros coetáneos siempre despierta el interés en los niños de estas edades, por lo que las características, costumbres y tradiciones de otros países es un tema sugestivo para ellos, sobre todo si en el aula hay compañeros de otras culturas. Esto se puede realizar mediante muchas vías, además de las habituales actividades pedagógicas, como son la realización de visitas y paseos, la asistencia a actividades culturales fuera del centro de Educación Infantil, ver videos y otros medios audiovisuales, el intercambio verbal con personas invitadas al centro para hablarles de diversos temas, entre otras muchas actividades.

De acuerdo con los conocimientos y los medios que se posean para abordar estos contenidos, se pueden hacer dibujos y trabajos de artesanía, aprender canciones, bailes y juegos, dramatizar fiestas y reflejar mediante el dibujo algunos elementos de la comunidad, como una vía de cultivar, mantener la identidad nacional y el amor por el lugar natal.

Al abordar con los pequeños los contenidos para la formación de valores referidos al conocimiento histórico, se tendrá siempre presente que en esta edad el objetivo no es que ellos aprendan de memoria hechos o fechas, lo importante es que los hagan emocionarse y despierten el interés por conocer la historia de su país, al desarrollar actividades como ofrendas florales, celebración de efemérides, desfiles o visitas a los monumentos, entre otros.

El conocimiento sobre la importancia social del trabajo de las personas se puede comenzar por la labor que realizan los trabajadores más cercanos a los infantes, hablando con ellos sobre qué hacen, cómo, con quién lo hacen y para qué, de forma que puedan apreciar el beneficio que reporta el trabajo para la vida y el bienestar de todos.

En el contacto con los trabajadores del centro y a través de diferentes actividades, se podrá destacar la importancia del trabajador de la educación y especialmente del maestro por el aporte que realiza en su formación y desarrollo.

En cualquier actividad es necesario resaltar el aspecto moral; es decir, las relaciones de cooperación y ayuda mutua entre los individuos cuando trabajan juntos, amistosamente y con esmero.

Los niños deben conocer que todo lo que tienen (ropa, juguetes, libros, casa, alimentos) son el producto del esfuerzo de muchas personas que materializan su trabajo en estos objetos.

Estos contenidos sugeridos y que pueden desarrollarse en el juego y el proceso de enseñanza, a partir de la propia actividad que realizan, potencian un conocimiento que se adquiere en la práctica y que contribuye a la formación de valores. Ello hace que la estrategia más usual para transmitir los valores sea el juego, particularmente el juego de roles, los cuentos, narraciones, los medios audiovisuales como el video y el cine, las canciones o las actividades de grupo, entre otras muchas, y donde siempre es básico el ejemplo del educador.

Fuente: Revista de la Asociacón AMEI-WAECE

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Comentario de Néstor el noviembre 4, 2008 a las 9:07am
Muy bueno el articulo, me gustaría que además den algunos ejemplos practicos, muchas gracias

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