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Encuentro virtual latinoamericano sobre “Educación en tiempos de pandemia”
Publicado por Natalia Gil de Fainschtein el 19 de Mayo de 2020 a las 10:00pm
¿Tu vocación es acompañar a la maternidad?
Publicado por Natalia Gil de Fainschtein el 24 de Marzo de 2020 a las 5:00am
¡Feliz Día del Maestro!
Publicado por Natalia Gil de Fainschtein el 12 de Septiembre de 2011 a las 5:00am
Libros y revistas en formato PDF y online de descarga gratuita.
Publicado por Natalia Gil de Fainschtein el 19 de Octubre de 2010 a las 10:23pm
APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO Y APRENDIZAJE MECÁNICO
Publicado por Víctor Eduardo Duarte Saavedra el 11 de Enero de 2009 a las 11:02am
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Comentarios
En palabras de García Marquez -nuestro querido premio Nobel de Literatura- nos dice: "...los niños a cierta edad y en ciertas condiciones, tienen facultades que les permiten ver más allá de la realidad admitida por los adultos. Podrían ser residuos de algún poder adivinatorio que el género humano agotó en etapas anteriores, o manifestaciones extraordinarias de la intuición casi clarividente de los artistas durante la soledad del crecimiento y que desaparecen, como la glándula del timo, cuando ya no son necesarias".
Un abrazo para todos.
Cariños
Natalia
Aunque la aspiración fundamental parece clara, lo cierto es que aún no existe mucho consenso sobre cuáles de las manifestaciones del trabajo infantil pueden entenderse como explotación económica y como labores nocivas que obstaculizan el desarrollo de los niños y cuáles no. Existen naturalmente labores que entrañan riesgos evidentes para la salud física. Pocos estarían a favor de que manipulen armas, pesticidas o productos inflamables en el ejercicio de una tarea encomendada. Pero exceptuando estos casos extremos, aunque no infrecuentes, existe una amplia gama de labores que desempeñan los niños, cuyos efectos no son fácilmente tangibles, ocurren en plazos indeterminables o simplemente aparecen como una combinación de ventajas y desventajas. Es, por ejemplo, lo que ocurre con las tareas domésticas que muchas niñas realizan en su propio hogar. Por una parte resultan con frecuencia esenciales para que los padres puedan salir a trabajar sin temer por la suerte de sus hijos más pequeños y encontrando a su regreso un hogar acogedor. Por otra parte, sin embargo, este tipo de trabajo es determinante del alejamiento o el fracaso en la escuela o de la limitación prematura de los horizontes de la vida de la niña. Por un lado la educa en la responsabilidad, la abnegación y la solidaridad con sus seres queridos. Por otro la puede confinar a un rol de subordinación al interior de la familia y de sacrificio de sus propios intereses y oportunidades personales. Si a estas variables se agregan las de la edad en que puede ser o no conveniente trabajar, o las de horarios, duración de la jornada o remuneración, entre muchas otras posibles, el horizonte se torna bastante complejo, lo que explica que en lo que se refiere al trabajo infantil, las posiciones encontradas no sean una rareza. Pero independientemente de todo esto lo cierto es que tanto en América Latina como en el resto del mundo, existen aún millones de niños y adolescentes que trabajan y todo parece indicar que el fenómeno en vez de disminuir sigue extendiéndose. Por lo demás, parece ser que muy pocos niños y jóvenes trabajan en condiciones favorables dentro del sector formal de la economía. La mayoría lo hacen en el sector informal, en labores no calificadas y en circunstancias que no les permiten cualificarse a mediano o largo plazo para ascender posiciones en el mercado de trabajo. Es decir, trabajan bajo condiciones de explotación y con mucha frecuencia al margen de la legislación que los protege. Por eso, atendiendo a su deber de difundir y hacer cumpli la Convención sobre los Derechos del Niño y, conciente, además, de la extensión que ha alcanzado el trabajo infantil a nivel mundial, Defensa de los Niños Internacional ha definido como una de sus prioridades, el contribuir efectivamente a abolir progresivamente toda forma de explotación laboral de los niños y adolescentes. Y ésta es una tarea que debemos asumir los educadores.
Mientras nuestros gobiernos sigan acrecentando las diferencias economicas y sociales, nuestros niños, lamentablemnete, son los que sufren las consecuencias...
Me gustaria saber la respuesta a Que vamos a hacer?..., no se, a veces siento que todo nos supera a nuestras fuerzas...
A partir de la frase que dice que "a mayor nivel educativo de las madres, menor es el porcentaje de niños o adolescentes que trabajan", se me ocurre que una de nuestras tareas como educadores y en algunos casos líderes de instituciones es generar conciencia de la importancia de que las madres adolescentes deben continuar sus estudios más que antes de ser madres, ya que ahora tienen la responsabilidad enorme de criar y educar a su hijo.
Generar conciencia implica primero tomar una posición clara ante el tema y segundo expresarla en cada situación que se preste, transmitirla a nuestros colegas, a los padres de nuestros alumnos y a los alumnos mismos si la edad es acorde para debatir el tema con ellos.
Por otra parte también respondiendo a tu pregunta... ¿Qué vamos a hacer? creo que debemos asegurarnos que Los Derechos del Niño sean parte de nuestros contenidos curriculares en todos los niveles educativos, trabajarlosa través de verdaderos proyectos con sentido y darlos a conbocer a la comunidad a través de afiches, videos, publicaciones en diarios y revistas, programas de radio, etc.
Natalia
La OIT indica que hay cerca de 17 millones de niños y niñas trabajadores en la región. Los más visibles son los que trabajan en las calles de las grandes ciudades como vendedores o basuriegos; otros trabajan en pequeños talleres industriales, unos pocos (casi siempre mayores de 14 años) en empresas formalmente constituidas, mientras un segmento mayoritario se encuentra participando en pesadas labores agrícolas y están expuestos a pelogros asociados con la introducción de maquinaria moderna y el uso y distribución de agroquímicos. Muchos niños y niñas trabajan siendo invisibles para la sociedad, el Estado y los sindicatos. Los niños y niñas trabajadores provienen de los sectores más pobres de la sociedad. Casi todos ellos desconocen sus derechos.
Este problema es realmente preocupante. No obstante lo anterior, conviene no olvidar que el problema va más allá del número y de la población de niños trabajadores. Las condiciones en que habitualmente desarrollan sus trabajos que les son asignados, los tipos de trabajos que asumen y las consecuencias que ellos tienen sobre sus vidas, marcan realmente la gravedad del problema.
Uno de los motivos de mayor preocupación es la temprana edad an la cual empiezan a trabajar; en Colombia por ejemplo, existen niños y niñas trabajando desde los 6 años. Sin duda, muchos de ellos alcanzarán la vida adulta diezmados física, intelectual y afectivamente.
Otro de los motivos de preocupación tiene que ver con las jornadas de trabajo. Muchos no trabajan de vez en cuando, o los fines de semana, o durante sus vacaciones, estos pequeños trabajan en promedio más de 40 horas semanales. Lo que nos conduce de inmediato a otra de las grandes preocupaciones: nuestros niños trabajadores no asisten o han abandonado la escuela. Las investigaciones realizadas concluyen que el nivel educativo de los niños, niñas y jóvenes trabajadores en menor al de los no trabajadores. El promedios de jóvenes trabajadores entre 14 y 17 años tienen dos años menos de capital educativo adquirido que los no trabajadores de las mismas edades. Falta averiguar si los niños abandonan la escuela porque se ven obligados a trabajar, o si trabajan porque han abandonado la escuela por otras razones. En todo caso, la falta de educación cierra el círculo cruel de la pobreza. El tipo de ocupación de estas niñas y niños, eleva significativamente el riesgo de enfermedad y muerte. Investigaciones internacionales muestran que con frecuencia estos chicos poseen, entre otras cosas: niveles muy elevados de plomo y mercurio en la sangre, lesiones causadas por golpes y otras formas de agresión, infecciones graves como el tétano, problemas pulmonares, deformaciones del esqueleto, enfermedades de la piel y de los sentidos.
Pero los riesgos físicos no son los únicos, existen también graves riesgos psicológicos y sociales. Las largas jornadas, la privación afectiva y los escasos escenarios de socialización, es posible que estén formando ciudadanos retraidos, violentos y sin capacidad de soñar una patria mejor y de vivir felizmente.
Ante este panorama ¿QUÉ VAMOS A HACER?