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Por Sandro Maccarrone


El pasado 3 de mayo, participé en la conferencia “¿Qué significa educar? Nuevas estrategias pedagógicas“, que organizaba la asociación Informa't BCN. Compartía mesa con Begoña Roman, profesora de la Facultad de Filosofía de la UB. Creo que uno de los aspectos más interesantes de la charla fue la confluencia de perspectivas provenientes de la pedagogía, de la filosofía, de la tecnología y de la praxis educativa. A continuación, reproduzco el contenido de mi intervención, con enlaces a muchas de las referencias que mencioné.

Intervención de Sandro Maccarrone

Creo que la pregunta que nos plantea la organización es muy ambiciosa, y más en estos tiempos líquidos que corren. Por eso, la matizaré un poco y trataré de explicar qué creo yo que significa educar, a principios de siglo XXI.

Como hablaré de tecnología, dejadme que utilice una metáfora computacional para explicar la estructura de mi exposición. Partiré de tres inputs, es decir, de tres premisas, que creo que hay que tener en cuenta para intentar entender por qué se necesitan y por qué son posibles cambios metodológicos en la educación. A continuación presentaré una serie de’outputs sobre cómo se podría redefinir el rol docente, para mejorar los aprendizajes del alumnado.

Lo que pide la “sociedad”

El primer input tiene que ver con qué se debe enseñar en la escuela. ¿Contenidos? Si es así, ¿cuáles? ¿Habilidades? ¿Valores? ¿Competencias? Reproduzco aquí algunas ideas que se pueden encontrar en el prólogo del libro “7 Ideas clave. El desarrollo de la competencia matemática“, de Jesús M ª Goñi. Los planes de estudios reflejan, lo que se considera socialmente necesario que toda persona sepa, para ejercer su ciudadanía. Accepto que decir socialmente, es un poco ambiguo. ¿A qué parte de la sociedad nos referimos? ¿Al poder económico? ¿A la mayoría trabajadora? ¿Al mundo académico? Pues probablemente a aquella parte de la sociedad que es hegemónica en cada momento. De todas maneras, este es un debate que nos alejaría del objetivo central de la charla.

Si he introducido esta cuestión, es para justificar la forma que tienen hoy en día los planes de estudio. Muy esquemáticamente, venimos de una sociedad industrial, donde era necesario que todo el mundo supiera leer y escribir para poder disponer de cierta autonomía social y donde existían unas profesiones cerradas y estables, que requerían el conocimiento de una disciplina con un cuerpo teórico bien definido. En la actual sociedad del conocimiento, vemos que con eso no basta ni para ser ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho ni para desarrollarse profesionalmente en buenas condiciones. Ahora, hay que saber gestionar una gran abundancia informativa, tener iniciativa personal, trabajar·colaborativamente, dominar diferentes canales de comunicación verbales y no verbales y, sobre todo, tener la capacidad de seguir aprendiendo durante toda la vida. Todo esto es lo que ha dado lugar a la introducción del concepto de competencias en el ámbito educativo.

¿Qué es una competencia? Existen diferentes definiciones. Yo daré aquí una simple y clara, que propone la editorial Grao: una competencia es la capacidad de aplicar el conocimiento para resolver de manera eficiente un problema de la vida cotidiana. Esto implica comprender conceptos, dominar procedimientos, ejercer actitudes y disponer de valores. Es decir, lo que se resume como saber, saber hacer, saber estar y saber ser.

Pondré un ejemplo que escuché a’Antoni Zabala, para tratar de aclarar qué quiere decir ser competentes. Supongamos que queremos aprender a hacer una tortilla. No nos bastará con ir a un diccionario y leer la definición. Tampoco con ver una foto, ni siquiera con probar o tocar una real. Tendremos que hacer todo esto para tener claro el concepto de tortilla. Pero también tendremos que aprender su procedimiento de preparación, que primero tenemos que romper los huevos, después batirlos, freírlos, darle la vuelta a la tortilla y ponerla en el plato. Lo podremos hacer con diferentes actitudes, respetando las preferencias de los comensales (muy hecha o poco hecha), limpiando todos los utensilios para que no tenga que hacerlo otra persona, etc. Y también entrarán en juego nuestros valores: por ejemplo, ¿utilizaremos cualquier tipo de huevos o nos fijaremos en si se han producido en condiciones dignas para los animales?

Las competencias son un concepto que viene del ámbito empresarial y que se introducen en el mundo educativo con el’Informe Delors, encargado por la UNESCO, en el año 1996. Desde entonces, los países de la Unión Europea las han ido incorporando a sus planes de estudio. En el caso del estado español, se definen las 8 competencias básicas siguientes, que hay que desarrollar para ejercer una ciudadanía activa y crítica.

Las 8 competencias básicas

Lo que nos sugiere la pedagogía

El segundo input son las indicaciones que nos llegan de la pedagogía y de las neurociencias. Hay propuestas que hoy todavía se ven como grandes innovaciones, pero que tienen su origen en el pensamiento de pedagogos y pedagogas de hace más de 100 años. Basta leer a John Dewey, a Giner de los Ríos, a Francesc Ferrer i Guàrdia, a María Montessori, a Piaget o a Vigotsky. El profesor Pere Marquès, nos ofrece una práctica síntesis de la evolución histórica de la educación, que podéis consultar para tener una visión general sobre el asunto.

Lo que nos sugieren estas personas es que se aprende haciendo, que el alumnado debe tener un rol activo, que son fundamentales la experimentación, la indagación, la interacción directa con la realidad. Sabemos que el conocimiento no es algo que se pueda transmitir como si se tratara de un objeto o de una sustancia. La construcción de nuevo conocimiento requiere un proceso de reelaboración interna, en que lo nuevo se relaciona con lo que ya se sabe. Por lo tanto, es fundamental partir siempre de las ideas previas del alumnado, tenerlas en cuenta y presentar los nuevos contenidos en contextos que les resulten cercanos. También conocemos el valor pedagógico del error y que la evaluación debe ser una herramienta de aprendizaje y no sólo un trámite de certificación. Y, por supuesto,, todas estas cuestiones obligan a repensar el rol docente, que de autoridad indiscutible e infalible, debe convertirse en guía, orientador, organizador de la actividad de los estudiantes.

Por otro lado también debemos tener presentes los últimos desarrollos de la neurociencia, que fundamentan teorías como la de las Inte·ligencias múltiples de Howard Gardner. Según esta teoría la inteligencia·no es una capacidad unidimensional y monolítica. Existen diferentes tipos de inteligencia·desarrolladas y desarrollables en distinto grado en cada persona. Tradicionalmente, en el ámbito académico, se han valorado principalmente dos: la lógico-matemática y la lingüística. En cambio, otras como la interpersonal, la cinestésica, la espacial, etc. no han recibido la misma atención, aunque socialmente y profesionalmente pueden ser igual de útiles. Seguro que todo el mundo conoce a personas que obtenían malos resultados académicos, pero que luego han triunfado en el terreno personal y profesional. ¿Quiere esto decir que para triunfar en la vida no hay que ser·inteligente? Evidentemente, la respuesta puede ser otra: hay diferentes tipos de capacidades y hay que intentar desarrollarlas todas y detectar en qué destaca cada uno, para aprovecharlo.

Lo que nos permite la tecnología

El tercer y último input está relacionado con los cambios tecnológicos y la revolución de Internet. No quiero hacer aquí un repaso exhaustivo de todo lo que permite la tecnología, sino destacar algunos de los elementos que facilitan que muchas de las cuestiones que comentábamos antes se lleven a la práctica.

En primer lugar, la conexión a Internet da acceso a un banco de información extraordinariamente grande, muy superior al que puedan ofrecer docentes, libros de texto o enciclopedias. Es cierto que esta abundancia puede llegar a ser excesiva y se puede producir lo que se conoce como infoxicación. Serán necesarias estrategias de gestión de toda esta información, que permitan darle un sentido y, por lo tanto, convertirla en conocimiento.

En segundo lugar, disponemos de herramientas para realizar tareas mecánicas y procedimientos simples de forma automática. El cálculo, el procesamiento de datos o la programación de tareas se pueden realizar de forma más rápida y eficiente y así se puede emplear el tiempo en actividades de mayor valor didáctico.

En tercer lugar, la interactividad facilita el aprendizaje autónomo del alumnado. Las animaciones y los simuladores, permiten experimentar e investigar fenómenos y situaciones que difícilmente se podrían reproducir en un aula. Pero de hecho, la interactividad ya no queda estrictamente cerrada dentro de los entornos virtuales. La realidad aumentada es un ejemplo de cómo la tecnología permite interactuar con entornos reales. El profesor Jordi Adell, realiza una recopilación de artículos sobre usos educativos de la realidad aumentada, que es una muy buena referencia.

En cuarto lugar, proliferan los entornos y las herramientas que favorecen la·colaboración, la sociabilidad, la interacción asíncrona o en tiempo real. Servicios como los de Google Docs (ahora Google Drive) o Dropbox, son tan simples como potentes. Y las redes sociales tienen un potencial educativo que, desgraciadamente, aún no se ha comprendido en muchos centros educativos.

En quinto lugar, el boom de las aplicaciones ha puesto al alcance de todos herramientas para dar salida a la creatividad. Podemos grabar vídeo y audio, diseñar pósters, dibujar un cómic, realizar una web o un blog, sin tener muchos conocimientos técnicos.

¿Quiere decir todo esto que la introducción de tecnología en las aulas es garantía de un cambio metodológico? Evidentemente, no. Se pueden utilizar nuevas herramientas para seguir haciendo exactamente lo mismo. O para hacerlo peor, dado que la información se presenta de manera más dispersa.

Cambio de rol docente

Retomo aquí la pregunta inicial: ¿qué quiere decir educar a comienzos del siglo XXI? Para mí,, significa aprovechar el potencial tecnológico, para mejorar las metodologías de enseñanza y aprendizaje. Esto implica un replanteamiento del rol docente. No creo que exista ninguna receta ni modelo cerrado sobre cómo hacerlo, sería demasiado pretencioso. Pero sí me gustaría apuntar algunas ideas fuerza, que me parece que apuntan en esta dirección.

Primera idea: automatizar procesos mecánicos

De esta manera, liberaremos tiempo para dedicarlo a tareas más importantes desde el punto de vista educativo. Podemos utilizar actividades autoevaluables para mantener un seguimiento de la ejercitación del alumnado; planificar exámenes y actividades con Google Calendar; tomar notas con EverNote… La automatización puede llegar hasta las propias lecciones magistrales, que se pueden grabar y poner a disposición de la clase. Esto es lo que se desprende de ejemplos como la Khan Academy, un plan completo de lecciones en vídeo, que está disponible en la red. Su creador, Salman Khan, nos habla de ella en su charla TED. En esta misma línea, encontramos la experiencia de la flipped classroom o clase invertida, en que docentes de los Estados Unidos, se han dedicado a grabar sus clases en vídeo para que los alumnos puedan mirar en casa, a su ritmo y las veces que haga falta. En cambio, en el aula, dedican el tiempo a realizar actividades de aprendizaje. Este modelo es rompedor, pero no necesariamente conlleva una revolución educativa, tal como nos cuenta Fran Iglesias.

Segunda idea: actuar como intermediadores críticos de contenidos

Si queremos aprovechar el potencial de la información disponible en la red, debemos filtrarla, seleccionarla y clasificarla. Estas son algunas de las habilidades que caracterizan lo que se ha llamado content curator o intermediador crítico del conocimiento. El papel de guía de los docentes, también consiste en dar pautas sobre dónde y cómo buscar información sobre un tema concreto y en elaborar recopilaciones de páginas y recursos de interés. Para llevar a cabo esta tarea pueden ser útiles los servicios de marcadores sociales, como Delicious o Diigo, que sirven para guardar páginas favoritas y compartirlas. Ahora bien, no sólo es necesario que nosotros filtremos los contenidos, también, y sobre todo, hay que enseñar al alumnado cómo hacerlo.

Tercera idea: diseñar actividades de aprendizaje

Cuando la mayoría de las respuestas parecen estar al alcance de un clic, lo más importante son las preguntas. Aquí es donde entra en juego la intencionalidad didáctica: no basta con poner al alumnado en contacto con la realidad y esperar a que empiece a construir conocimientos. Hay que proponerle cosas para hacer. Veámoslo con un ejemplo sencillo: una actividad de observación. Podemos proyectar en la pizarra la foto de un paisaje de montaña y pedir a la clase que haga una descripción. Posiblemente habrá resultados interesantes, pero quizás no estaremos focalizando nuestros objetivos de aprendizaje. Si, por ejemplo, queremos trabajar el clima alpino, pediremos que describan cómo va vestida la gente, de qué color son los techos de las casas, cómo es la vegetación. Si lo que nos interesa es la historia geológica, preguntaremos por la forma de las montañas, por el tipo de rocas y por otros accidentes geográficos. Y si lo que estamos estudiando son propiamente las técnicas fotográficas, haremos que se fijen en el color, en la luz y en el encuadre. Pensar buenas actividades no es una tarea nada fácil. La buena noticia es que en Internet disponemos de gran cantidad de simuladores, animaciones, bases de datos y herramientas de creación, que nos pueden servir de estímulo.

Cuarta idea: potenciar las capacidades de cada alumno o alumna

Dicho de otra manera, asumir que la atención a la diversidad no solo significa proponer ejercicios de diferentes dificultades. Dejadme que reproduzca una anécdota que Ken Robinson explica en su charla TED. Gillian Lynne era una niña, que en los años 30 del siglo pasado, tenía problemas en la escuela. El profesorado decía que no se concentraba, que se movía continuamente y que distraía a sus compañeros y compañeras. Hoy en día, habría tenido todos los síntomas, para que se le diagnosticara un TDAH. La madre la llevó a un especialista y, durante la visita, este le dijo lo siguiente: “Tu madre me ha contado lo que te pasa. Ahora tenemos que ir a la habitación de al lado a hablar en privado. Espéranos aquí”. Antes de salir, dejaron la radio encendida. Se sentaron en la habitación contigua y, desde allí, la estuvieron observando. En cuanto se quedó sola, la niña empezó a bailar como una loca. El médico se dirigió a la madre y le dijo: “Su hija no está enferma: su hija es bailarina. Llévela a una escuela de danza”. Así lo hizo y Gillian Lynne se convirtió en una admirada bailarina del prestigioso Royal Ballet y en la coreógrafa de famosos musicales como Cats o El fantasma de la ópera.


Quinta idea: organizar la ·inteligencia·colectiva

Esta es una idea que defiende a menudo, Dolors Reig, por ejemplo en su último libro, Socionomía, que aprovecho para recomendar. En el capítulo 7, nos explica que diversos estudios parecen indicar que los grupos suelen tomar buenas decisiones, a veces mejores que las de expertos profesionales. Y eso incluso cuando muchas de las personas integrantes sólo disponen de un conocimiento superficial sobre el problema a resolver. Existen diferentes experiencias en las que se está poniendo en práctica la ·inteligencia·colectiva, como los modelos de producción descentralizada de coches de Local Motors o la plataforma de salud 2.0, PatientsLikeMe. Vale la pena por lo tanto, que el trabajo·colaborativo, sea una práctica habitual en nuestras clases. Y no sólo en nuestras clases, también entre diferentes clases y entre diferentes centros educativos. Esta forma de trabajar requiere un intercambio entre iguales, donde todo el mundo aporte su conocimiento. Pero eso no quiere decir que funcione de manera espontánea. Requiere también una organización y una dinamización y aquí es donde entramos en juego nosotros como docentes.


En la práctica

Es fácil pensar cómo cambiar la educación en abstracto, pero hay que tener muy presente cuáles son los condicionantes prácticos. Los centros necesitan recursos tecnológicos y la formación docente debe mejorar, pero también hay que flexibilizar los horarios, los espacios y los grupos, resolver la ambigüedad contenidos / competencias de los currículums y cambiar los sistemas de evaluación. Sin todo ello, es difícil que el voluntarismo de unas pocas personas consiga cambios profundos. Pero por alguna parte hay que empezar.

Para acabar, quiero recomendar el debate virtual De la sociedad 1.0 a la sociedad 3.0: ¿escuelas 1.0 para formar est..., organizado hace unos días, por Educared. En él, Dolors Reig, Anibal de la Torre y John Moravec, se encargan de situar el horizonte de la innovación educativa diez pasos más allá de lo que lo he intentado hacer yo.

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Comentario

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Comentario de Liliana Rabinovich el mayo 13, 2012 a las 9:16am

EXcelente como siempre!!!!!

Comentario de Maria Rosa el mayo 8, 2012 a las 12:34am

Simplemente maravilloso!!! Qué gran aporte a la educación, grandes desafíos a superar

Muy buenos los link para completar las ideas

Gracias por tan valioso material, mañana lo compartiré con mis alumnos de Problemáticas y desafíos del nivel primario

María Rosa desde Córdoba Argentina

 

Comentario de Nora el mayo 7, 2012 a las 8:50pm

Excelente aporte! Gracias por iluminar el camino... En ocasiones, los obstáculos parecen insalvables pero es bueno y vivificante saber que hay gente que sigue apostando a la Educación.

Saludos desde Bs. Aires.

Comentario de Edita Martinuzzi el mayo 6, 2012 a las 7:43pm

hola natalia .-GRACIAS POR ENVIAR HE LEÍDO TODO Y PIENSO QUE SON  GENIOS  EDUCANDO ,EL EJEMPLO DE LA TORTILLA..AHÍ APRENDÍ MUCHO Y EL DE LA NIÑA QUE BAILA,ME GUSTÓ MUCHO,ADEMÁS SIEMPRE PENSÉ QUE A TODOS LOS NIÑOS HABRÍA QUE PONERLE UN INSTRUMENTO MUSICAL EN LAS MANOS   PORQUE NOS PERDIMOS VARIOS MOZAR O TROILO ADEMAS ES CIERTO LA PERSONA SE CULTIVA TODA LA vida interesándose por todo , ecología, política   ortografía y la cultura en general, las escuelas no ALCANZAN HAY QUE SEGUIR ESTUDIANDO TODA LA VIDA.- GRACIAS NATALIA  TE MANDO UN BESO

Comentario de Liliana Rabinovich el mayo 6, 2012 a las 10:01am

Como un sueño, la propuesta es magnifica. Tenemos  o somos ,o creemos, ser docentes innovadores dispuestos a mejorar la educacion actual. Seremos? Podremos? Llegaremos a una solucion?

Creo que, con ciertas autoridades que tenemos,  será muy difícil lograr este cambio tan nuevo que nos muestran tan claramente, y estamos ante la inseguridad de desconocer si separaran la clase política  y /  o a los que se sienten técnicos  pero conviven con ella. Si  tenemos esta respuesta, podremos seguir adelante!

Comentario de Elena Vélez Agustín el mayo 6, 2012 a las 4:50am

Gran exposición y muy completa, totalmente de acuerdo en todos los inputs y los outputs.

Como educadora también reflexiono mucho sobre cuáles son las barreras que realmente impiden este cambio metodológico tan evidentemente necesario en  la praxis docente. Tal y como expones la introducción de las TIC en las aulas no garantizan por sí solas este cambio.

Creo que es necesario un cambio en la concepción de la educación, un cambio de base que ha de generarse e todos los estratos de la pirámide de nuestro sector: desde los políticos y “técnicos” que elaboran y reelaboran -cada cambio de gobierno una y otra vez incesantemente, al menos en nuestro país- los currículos a partir de los cuales debemos guiarnos en nuestra práctica; los inspectores o “delegados” de estos gobiernos centrales, autonómicos o locales, que velan porque dichos currículos estén correctamente documentados y encuadernados, sin ni siquiera molestarse en observar o valorar si realmente se está llevando a la práctica en su visita anual reglamentaria; los centros educativos preocupados en tener perfectamente documentados y encuadernados estos proyectos educativos actualizándolos continuamente a los nuevos currículos exigidos por los anteriores estratos de la pirámide ; y el último peldaño que somos los docentes, a los que se nos exige sobre todo tener bien documentada toda nuestra práctica diaria: programada exhaustivamente según competencias, objetivos generales y específicos, contenidos actitudinales, procedimentales… registro y evaluación de cada una de las actividades que realizamos con nuestros alumnos (cada una!). Con todos estos estupendos papeles -que en árboles nos deben salir a uno por día y docente- para documentar nuestra práctica, el centro puede estar tranquilo porque en caso de que haya una visita del inspector puede presentar tooooda la documentación que acredita que nos ajustamos al currículo que ha marcado nuestro departamento de educación de nuestro gobierno de turno.

Qué conclusiones podemos sacar después de todo este agotador planteamiento piramidal:

Primero que seguimos siendo un país esencialmente burocrático en el que malgastamos cantidad de tiempo y recursos humanos en papeleo inútil, que seguramente únicamente sirva para mantener un montón de puestos de trabajo igualmente inútiles.

Directamente relacionado con lo anterior, que los docentes perdemos una grandísima parte de nuestra jornada de trabajo y de nuestro tiempo y energía intentando justificar por escrito todo lo que hemos expuesto antes; tiempo que no dedicamos a nuestros alumnos, ni a investigar y reinventarnos, a reciclarnos, a formarnos, a autoformarnos por ejemplo en las nuevas tecnologías, a crear nuevos materiales para utilizar en el aula, a debatir con compañeros y compartir recursos e ideas….

Un ejemplo personal que justifica también lo visceral de mi exposición. Ayer sábado, las 30 compañeras de mi centro de educación infantil dedicamos 8 horas de un soleado día en Barcelona a una formación sobre cómo programar por capacidades según el nuevo currículo. La dirección de nuestro centro quiere hacer un replanteamiento de base e introducir cambios metodológicos en el centro. La idea en sí misma me parece buena, regenerarse es imprescindible, el planteamiento democrático de contar con todo el equipo para realizarlo también, el hecho de buscar ayuda externa que nos oriente también; pero no creo que la solución para avanzar sea aprender a ajustarnos y a pautar y documentar nuestro día a día según las directrices de la punta de la pirámide. Y se trata de una escuela viva y puntera en muchos aspectos, que continuamente viaja a diferentes países para empaparse de otras formas de hacer y luego intentar implementarlas en nuestra realidad, con un profesorado en continua formación, con recursos económicos que permiten por ejemplo que en todas las aulas de los 2 a los 5 años haya pantallas digitales interactivas que se utilizan como una herramienta más en el aula… pero aun así, nos continuamos perdiendo creo en el papeleo y la documentación excesiva de nuestra praxis.

¿La solución?, creo que como casi siempre el revulsivo ha de nacer de la base de la pirámide, y sería toda una novedad que el cambio y el progreso vinieran de la clase política o de los “técnicos” que viven de ella.

Si nuestra función en la sociedad es EDUCAR, lleva implícito creo ir por delante de ella para poder enseñar, abrir nuevos caminos, generar posibilidades, abrir mentes….. y como siempre estar atentos, observar y escuchar a los alumnos que tenemos delante cada día, y que seguramente nos darán las claves de hacia dónde reconducir el rumbo.  

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