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"La eficacia del castigo está sobrevalorada" Éntrevista a Ignacio García-Valiño

04.01.11 - 02:07 -

  • Agresiones a profesores, guardas de seguridad en los patios, cámaras de vigilancia en los pasillos... La escalada de tensión en las aulas amenaza con colapsar el sistema educativo español. Ignacio García-Valiño (Zaragoza, 1968) ha plasmado en su libro 'Educar a la pantera' su experiencia como psicólogo y mediador en centros escolares. El autor, que compagina su labor pedagógica con una carrera literaria más que notable, cree que profundizar en la enseñanza de habilidades sociales reduciría de forma drástica la conflictividad en las aulas.
     
-Parece que en cuanto surge un incidente en un colegio todo el mundo tiene formada una opinión de lo que se debería hacer.
-Circulan muchos mitos que sería conveniente desmontar. La mayor parte de los incidentes violentos están protagonizados por chicos que sufren un trastorno mental y que necesitan ayuda y tratamiento médico. Sin embargo, en vez de reconocer ese problema se les condena desde un punto de vista moral y se pide que sean apartados de la comunidad educativa como si fuesen unos cafres y unos desalmados.
-Es más sencillo lanzar un discurso moral que bucear en las causas de esa violencia.
-Hay un gran desconocimiento de lo que son los trastornos mentales; la gente ignora hasta qué punto pueden condicionar y alterar la conducta. En realidad, esos chicos son unos inadaptados que están totalmente fuera de lugar en los centros escolares; no saben relacionarse y ellos mismos son los que crean el problema y los que también lo sufren.
-¿Por qué se muestra partidario de actuar con más premura?
-Porque cuanto más pronto se detecta el problema mayores son las posibilidades de resolverlo con éxito. Desde el punto de vista neurológico el cerebro se configura a una edad muy temprana y por eso los mecanismos que regulan la actividad emocional están ya casi cerrados al llegar a la adolescencia. La personalidad, la forma de expresarse, el modo de interpretar las cosas o la forma de relacionarse con los demás se configuran en la etapa que va de los 0 a los 6 años. Si en la infancia no se trabaja el control de los impulsos, la frustración y los temas emocionales, luego es muy difícil corregir cualquier disfunción. La plasticidad neuronal es un factor clave para abordar con garantías de éxito estos problemas.
-Sorprenden las cifras que aporta sobre el incremento de las dolencias mentales en la población infantil.
-Los estudios dicen que los trastornos de comportamiento son las enfermedades mentales que más han crecido en España y afectan al 9% de los niños y al 4% de las niñas. Lo sorprendente es que a pesar de lo que está pasando ningún político se ocupe de este tema.
-'¿Más disciplina? No, gracias', titula uno de los capítulos de su libro.
-Es que la mayoría de los padres y de los educadores sobrevaloran la eficacia del castigo. Para los chicos con trastornos el castigo es un desafío porque se sienten cómodos en ese terreno, entienden perfectamente el lenguaje planteado en términos de lucha. Hay que comprender que ese trastorno requiere una pedagogía diferente que pasa por la negociación, por la tolerancia, por buscar compromisos, premiar conductas alternativas y, sobre todo, por crear vínculo. El palo no funciona, lo que funciona es hacer las cosas porque merecen la pena, porque el que me lo dice es un enrollado y me cae bien y porque me interesan. A partir de ahí se puede empezar a construir.
-Para educar hay que dar ejemplo.
-Estamos metidos todos en el mismo remolino y hay una carencia de legitimidad que ellos detectan perfectamente. Se ve mucho en Secundaria, cuando les empiezas a decir que tal o cual cosa no está bien y ellos enseguida te replican que a ver por qué estás siempre discutiendo con menganito o por qué me dices que hay cosas más importantes que la pasta cuando seguro que si te ofrecen más en otro sitio te irías de aquí. Intentamos enseñarles a los chicos a ser solidarios y generosos, pero luego resulta que somos incapaces de atajar problemas tan elementales como el hambre o las guerras.
-Constata también que la televisión e internet han relegado a los docentes al papel de figurantes en la transmisión de valores educativos.
-Los medios se han convertido en uno de los principales transmisores de valores y han adquirido un protagonismo inédito como agentes socializadores de los chicos. Quería desterrar además el mito de que los videojuegos y la televisión de contenidos violentos son los principales culpables de la violencia juvenil. En contra de lo que piensan muchos padres y educadores, no inducen a la violencia sino que anestesian la sensibilidad ante el horror. Chávez prohibió en Venezuela los videojuegos violentos porque decía que eran los responsables de la violencia juvenil, pero eso es como poner la carreta antes que los bueyes.
-¿Cree que el profesor debería interesarse más en la educación emocional de sus alumnos?
-La experiencia me dice que con mayores habilidades emocionales todo iría mucho mejor. Ejercí de mediador varios años en un centro de Secundaria y cada vez que había una pelea, un conflicto o un robo rápidamente intervenía y juntaba a las partes. Lo primero que descubrí es que en casi todos los conflictos no había habido diálogo previo, es decir, que actúan sin haber hablado antes. En la mediación lo primero que hacemos es enseñarles a que se escuchen respetando el turno: 'a ver, ahora explícalo tú y luego en el otro turno lo haces tú'. Cuando ellos se ponen a hablar, enseguida resuelven el malentendido. '¿Veis cómo ha sido muy fácil? Os ibais a sacar los ojos hace media hora y ahora estáis abrazados, lo único que habéis hecho es hablar y escuchar'. Eso hay que enseñarlo y hay que hacerlo desde muy pequeños: no podemos dar prioridad a que memoricen los ríos de Europa cuando todavía no han aprendido a hablar. Si cuando hay un conflicto van directamente a saco, sin haber hablado antes, es porque tienen una torpeza enorme en habilidades sociales y nadie les ha enseñado a controlar sus impulsos.
-Eso se aprendía antes en la calle o en la familia.
-Las relaciones entre ellos tienen mucho de ficción. El ejemplo más claro está en las redes sociales, donde se produce un intercambio de mensajes que luego nunca salen a la luz cuando están cara a cara. Son chicos que no saben expresar sus emociones, sus sentimientos o sus ideas, y recurren a internet porque piensan que de esa forma se ahorran el aprendizaje. Creen que con las redes sociales ya está todo hecho y no se dan cuenta de que en la vida real hay que dar la cara, aprender a mirar a los ojos al otro y hacerle ver que estás diciendo algo que sientes de verdad.
-¿Cómo debería ser el profesor del siglo XXI?
-Alguien cualificado para trabajar las emociones, sobre todo en situaciones de conflicto real. Hay que llevar a los colegios el aprendizaje de las destrezas emocionales si queremos que los chicos estén preparados. La habilidad social va a ser crucial para sobrevivir en una sociedad cada vez más competitiva y compleja; hay que saber convencer, trabajar en grupo, coordinarse, expresarse, caer bien, tener empatía con el otro, no perder los papeles, ser afectuoso, ser cálido; todo ese conjunto de cosas es fundamental para la vida y debería aprenderse en la escuela, entre otras cosas porque nos ahorraría una conflictividad que empieza a convertirse en una seria amenaza para el sistema educativo

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