Estimados colegas: comparto con ustedes este interesante y contundente artículo de Débora Kozak.
Coincido totalmente, especialmente en la necesidad de reconciliar la escuela con la sociedad y en la imperiosa necesidad de hacer que la tarea docente sea valorada. Esta misión debe recaer fundamentalmente en los docentes y en las familias, porque los medios de comunicación no lo harán.
Se me ocurre que si los equipos directivos y docentes se fijaran este objetivo se podrían abrir espacios para pensar la escuela y cómo recobrar su prestigio dentro de cada comunidad educativa.
A su vez, y ahora como madre, creo que reducir el ausentismo y aprovechar los recursos de la escuela creativamente ayudaría. Quiénes me conocen saben de mi indignación y tristeza, por ejemplo porque mis hijas en 5 años de escolaridad nunca han usado sus netbooks, que tanto dinero costaron al estado, y que duermen en sus estuches.
O porque la maestra de una de mis hijas (que en 3 años de escolaridad primaria ya tuvo unas 7 docentes...suplentes de suplentes...) el año pasado faltó más de lo que fue, no es un dicho, es literal. Esto no ayuda a que se valore el rol docente.
Tampoco van a la biblioteca periódicamente, aunque la escuela tiene bibliotecaria, o sea que el problema no es la tecnología.
Ustedes ¿qué opinan?
¿Cómo creen que los padres ven a los docentes?
Como padres, ¿cómo ven a los maestros de sus hijos?
¿Qué ideas tienen de cómo podemos hacer para recuperar el prestigio y reconocimiento social de la escuela y del docente?
Desde hace años llega febrero y varios medios se hacen eco de un “deporte” que cada vez parece más popular: pegarle a los docentes. Saltamos de las declaraciones de Marcelo Longobardi refiriéndose al gabinete nacional como “un jardín de infantes con tres maestras jardineras” al ataque en las redes de trolls intencionados; la campaña a donde llaman a cualquiera a dar clase por el paro docente; las variadas notas refiriéndose a que somos vagos; la cantidad de licencias que nos tomamos; los supuestos “3 meses de vacaciones”; lo inútiles que somos o lo mal formados que estamos. Las expresiones de desprecio se incrementan de forma directamente proporcional a lo que se discute el salario docente.
Los comentarios no se hacen esperar, incentivando el proceso de lapidación pública. Para el imaginario social, maestros y profesores sencillamente no merecemos cobrar más porque ven nuestra tarea como algo que no lo vale. Se considera que quienes nos dedicamos a esto debemos hacerlo por vocación, un servicio por el cual no debería exigirse nada a cambio. Como si fuera poco... seguir leyendo