Hoy "haciendo zapping" en la web encontré este artículo de un docente español que quiero compartir en nuestra red.
A mi también me tocó la triste experiencia de vivir la muerte inesperada de un alumno de tan sólo 4 años, quién tuvo un accidente en su casa y murió.
En una escuela, donde todo es vida, esperanza y alegría casi todo el tiempo, no suele haber espacios para hablar de la muerte, pero coincido con Santiago Moll, es necesario hablar de ella y prepararse para saber qué hacer en caso de un fallecimiento. No sólo en una escuela, también debería haber un protocolo en los lugares de trabajo, en los clubes y en cada sitio donde se reúnan frecuentemente las personas.
La muerte siempre descoloca, pero si tenemos pautado qué hacer, al menos no tendremos que esforzarnos tanto en el momento en que lo más importante es estar disponibles para contener afectivamente y para acompañar y acompañarnos.
Los dejo ahora con el artículo y al final haré un esbozo del protocolo que nosotros seguimos en aquella oportunidad.
Natalia
Cómo viví la muerte de un alumno de mi tutoría
Aquellos que amáis la poesía seguramente conoceréis un poema de César Vallejo titulado Los heraldos negros que empieza así: Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
A lo largo de nuestras vidas todos hemos sufrido golpes muy duros y muy fuertes. Hoy os quiero contar el golpe más duro que he sufrido desde que ejerzo como docente, la muerte de uno de mis alumnos de tutoría.
Soy plenamente consciente de lo delicado del tema. De hecho, llevo varios meses dándole vueltas a cómo enfocar este artículo desde el más absoluto respeto hacia todos aquellos que, directa o indirectamente, compartieron el dolor de la pérdida de un alumno, de un compañero, de un hermano, de un hijo. Pero, si me he decidido a escribirlo, es para reflexionar sobre cómo los centros educativos enfocan el tema de la pérdida de un ser de su comunidad. Lamentablemente, soy de la opinión de que todavía hoy resta un camino enorme por hacer en este aspecto. Creo que la Escuela, la que se escribe con mayúsculas, ha rehuido el tema de la muerte, el tema de la pérdida, convirtiéndolo en un tabú. El artículo de hoy es la historia de una pérdida, el artículo de hoy es la historia de Miquel.
Imagen extraída de Shuttershock
Cómo me enteré la muerte de Miquel.
Era un domingo a primera hora de la tarde. Recuerdo ese día como un día radiante, lleno de luz, una luz que acabaría apagándose en el momento en el que sonó el teléfono. Recuerdo que me extrañó muchísimo por la hora en la que se produjo. Cogí el teléfono y al otro lado escuché la voz del director de mi centro. De aquella conversación no recuerdo apenas nada, sólo la primera frase que pronunció mi director y que decía así: “Santi, hemos perdido a Miquel“. Podrán pasar muchos años, pero no tengo el menor atisbo de duda de que esta frase no se me borrará jamás. Ese día recibí la más triste de las noticias, mi heraldo negro. Si nos fijamos en las palabras que pronunció el director, creo que reflejan a la perfección cómo muchas veces enfocamos y nos enfrentamos los adultos a la muerte. Mi director no pronunció tal palabra, prefirió hablar de pérdida y mi inconsciente fue incapaz de asimilar esa pérdida con la muerte. Fue al cabo de unos minutos cuando asumí el significado de la palabra pérdida, la pérdida de Miquel.
Cómo se vivió la muerte de Miquel en el centro.
Como ya he dicho anteriormente, casi nada recuerdo de la conversación telefónica que tuve con el director. Pero no sólo he borrado de la memoria buena parte de aquella conversación. Lo más sorprendente es que soy incapaz de recordar prácticamente nada de aquella mañana de lunes. Tengo guardados fragmentos dispersos, mezclados con lágrimas, preguntas, decisiones… pero poco más.
Y es ahí donde precisamente quería llegar. Pasados los años he podido comprobar como mi centro en aquel entonces, no estaba preparado para una tragedia de esas dimensiones. Vaya por delante que no quiero cuestionar la gestión que hizo el centro de la muerte de Miquel. Estoy seguro de que toda la comunidad educativa lo hizo lo mejor que supo en aquel momento. Sólo quiero insistir en que no nos habían preparado para ello.
Ahora echo la vista atrás y me doy cuenta de que en la muerte de un alumno de un centro escolar intervienen distintas partes:
- Director
- Orientador
- Tutor
- Compañeros de tutoría
- Amigos
De aquella mañana recuerdo la dificultad de la toma de decisiones de cada una de las partes. Si en mi caso no soy capaz de recordar lo que pasó aquella mañana, posiblemente sea porque no hice nada significativo al respecto. Me di cuenta de que cada parte implicada tenía una visón de la muerte de Miquel, y la suma de decisiones tan dispares provocó muchas desavenencias.
¿Cómo se hubiera podido gestionar la muerte de Miquel?
Estoy convencido de que la gestión de la muerte de Miquel se hubiera podido gestionar mucho mejor a partir de tres elementos que me parecen básicos en cualquier tipo de crisis:
- Prevención: Hay que educar para la muerte. Hay que tener la valentía de enfrentarse a ella con la mejor de las predisposiciones, porque es algo inherente a todos y de una u otra manera siempre acaba por afectarnos. Y creo que deberíamos educar para muerte desde muchos ángulos, pero sobre todo a partir de la resiliencia. De ahí que haya escrito un artículo precisamente sobre cómo educar la resiliencia y que se titula 10 maneras de enseñar resiliencia a tus alumnos. En este artículo doy algunas pautas de cómo podemos ayudar a nuestros alumnos a superar momentos tan trágicos como la muerte de un compañero de clase o amigo. Pero este artículo quiere ir mucho más allá, porque la resiliencia no debe enfocarse en los centros como algo individual, sino hay que educarla desde la colectividad. Si conseguimos hacer una comunidad educativa resiliente, seremos capaces de afrontar con la mejor de las predisposiciones, todas aquellos obstáculos y reveses que puedan surgir a lo largo de un curso escolar.
- Protocolo: Otro aspecto que me parece necesario y fundamental es la creación de un protocolo de actuación ante una desgracia como la muerte de un alumno. Como todos sabéis, todos los centros escolares se rigen por normas y protocolos de actuación. Pues bien, ¿por qué no disponemos los centros de un protocolo que nos ayude a gestionar una tragedia como la muerte de un alumno?
- Formación externa: El tercer y último aspecto del que me gustaría hablar es de la formación externa. Creo que sería tremendamente interesante que equipos externos pudieran educar tanto a docentes, como a alumnos y a padres, para afrontar con las mejores garantías cualquier adversidad. Me consta que en la Educación Primaria hay centros que trabajan específicamente temas relacionados con el duelo y la muerte. Confieso que me parece una iniciativa extraordinariamente valiosa. Y en este sentido, lo que me choca es que este magnífica trabajo que realizan muchos equipos psicopedagógicos en la Educación Primaria, desaparezca por completo o casi por completo en la Educación Secundaria.
Ahora vuelvo la vista atrás y pienso en ese lunes, en las pocas decisiones qué tomé, en las contradicciones en las que incurrí, en lo poco preparado que estaba para afrontar la muerte de un alumno de mi tutoría.
La vida nos seguirá golpeando, a unos más que a otros. Ojalá que entre todos sepamos mitigar esos golpes con una buena gestión de las emociones, con una formación adecuada y con unas pautas que hagan de la tragedia una elemento cohesionador de toda, repito, toda la comunidad educativa.
Quiero acabar este artículo recordando a los padres de Miquel con los que tuve ocasión de hablar en diversas ocasiones y de su hermano, a quien tuve el placer de impartirle clases años más tarde. A ellos y a todos os dedico esta preciosa imagen acerca del dolor:
Las heridas del corazón se cosen con las aguja del reloj