comunicación (5)

Los alumnos llenan las salas de museos de arte. Pero no miran las obras. Están concentrados sacando fotos con su máquina digital.

Una docena de madres va con sus coches camino a la plaza. Pero no miran ni hablan a sus bebés. Están enganchadas y dale que dale con el celular.

Descubren una obra maestra en el hall de entrada de un edificio de 20 años y, cuando se la llevan, los vecinos protestan porque no tuvieron tiempo para observarla.

Se venden anteojos de sol cada vez más sofisticados. Tal vez porque ahora se los usa a la sombra durante largas conversaciones en las que no se deja asomar ni una pestaña.

Algunos médicos recetan por Internet y algunos periodistas cubren guerras desde su casa.

¿A dónde quedó la mirada?

Esquiva en estos tiempos apurados así como urgente en una época de saturación virtual, la mirada escasea en su rol de mirar tanto como en el de dejarse ver. La mirada es urgente para saber dónde estamos parados, urgente para saber de los otros, urgente para poder proyectar, para poder apreciar y tener juicios propios.

Mirar exige detenerse, hacer foco, valorar. Coincide poco con una modernidad adicta a la velocidad, a la dispersión y al "todo vale", pero ¿no es preferible estar pasado de moda que perderse los beneficios de quien puede mirar?

El que mira aprende, incorpora, crece. Se asombra, se alegra o se disgusta, pero nunca se ahoga en la nada de la indiferencia.

Cuando no absorbemos la realidad con el filtro de la propia mirada corremos el riesgo de la manipulación, del error ajeno, de la distorsión adrede o del engaño. Cedemos a ciegas y gratuitamente el poder de nuestra individualidad. Renegamos de una herramienta de conocimiento infinito. No mirar es una forma de deshacernos de responsabilidad: no mirar duele menos, compromete menos. No mirar la pobreza ni el dolor ni el mal evita sufrimiento, limita la percepción de la realidad. También nos limita no mirar el bien: no detenerse ante la belleza, no reparar en los gestos cotidianos nobles, en lo grande detrás de lo simple.

Tan importante como mirar es que permitamos a otros ver nuestra mirada. Porque la mirada atiende y dice, aunque no se pronuncie palabra: contiene, expresa, da. Esconder la mirada es mezquino con aquellos a quienes negamos el derecho a que nos lean con la suya. No son pocos los que no miran cuando hablan pero también eso se puede leer: sienten temor de que sus ojos delaten lo que prefieren dejar oculto.

La no mirada por elección es una manera de elegir también la incomunicación.

¿Adónde fue a parar la mirada? ¿Qué vemos cuando no miramos? La mirada fue a parar al ombligo y probablemente sólo veamos -en forma reiterada- nuestro propio reflejo. Una y otra vez, retroalimentándose de un yo que no mira y sólo chupa de su propia sangre. No sabemos que no miramos porque la costumbre inhibe la conciencia. Y a menor conciencia, menor humanidad.

tbatallanez@lanacion.com.ar

La autora es jefa de Servicios Periodísticos del Exterior Diario LA NACION

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¿Existe una relación entre la forma en que uno se expresa y su estilo de liderazgo? Estoy convencido de que el hecho de que una persona se exprese de forma sencilla y directa o, por lo contrario, lo haga alambicada y tortuosa dice mucho de cómo concibe la relación con sus colaboradores y otros colegas. Cuando una persona escribe con frases innecesariamente largas y complicadas, utiliza vocablos de uso poco común y abusa de la jerga profesional o de la organización, a menudo se está refugiando en la complejidad para esconder su inseguridad y la falta de claridad de sus ideas. Más que comunicar con eficacia busca impresionar. Esta clase de personas tiene la sensación de que si utiliza un léxico llano y frases sencillas serán percibidos como gente simplona e ignorante. Buscan de forma inconsciente que sus lectores no alcancen a entenderlos del todo o que lo hagan con esfuerzo para demostrarles que no están a su altura intelectual. Mediante el dominio de la jerga y su estilo esotérico creen que afianzan su autoridad. En cambio, los líderes genuinos, las personas que son una autoridad racional y no meramente ostentan una potestad de mando formal, tienden a expresarse con claridad meridiana, sin grandilocuencia, sin un recurrir a palabras rebuscadas para marcar las distancias con el lector. Escriben casi como hablan. Tal vez mejor, porque la escritura no es tan inmediata e irreversible como el habla. Se puede meditar y corregir antes de ser difundida. Cuanto más lúcidamente piensa alguien, mejor se expresa. Y viceversa. Porque la palabra es la herramienta del pensamiento. Éste no existe al margen del lenguaje. De manera que podemos mejorar nuestra capacidad para pensar y para relacionarnos eficazmente con los demás entrenándonos en el manejo de esta herramienta. Podemos enriquecer nuestro vocabulario para expresarnos con mayor precisión y variedad, podemos mejorar la forma en que construimos las frases para economizar el esfuerzo de atención de nuestros lectores, podemos escribir con mayor corrección para evitar equívocos y una mala impresión sobre nuestra profesionalidad, podemos crear un estilo propio que realce nuestra personalidad. La simplicidad en la expresión está también relacionada con la capacidad de escucha. Los amigos de la verborrea suelen ser charlatanes que no prestan atención a sus interlocutores, que sólo están interesados en “venderte” su punto de vista. Como van a lo suyo, no se esfuerzan en conectar con la experiencia del lector, en hacerse comprensibles ni en procurar ser amenos. Escribir bien, ya sea un informe, un artículo o un simple e-mail, no debe ser sólo una preocupación de los jefes. Debe se la aspiración de quien quiera ser líder. Lo que no tiene que ver con tener mando, sino con la capacidad de inspirar y conducir a los demás. No podrás conseguirlo sin habilidades de comunicación. El dominio de la palabra escrita debe formar parte de tu bagaje allí donde vayas.

------------------------------------------------------------------- o ---------------------------------------------------------------------------------------- Hasta aquí el artículo escrito por Agustín Pérez, Director de Ágora Social. En mi opinión escribir bien debe ser no sólo una preocupación y aspiración de todos los docentes en tanto somos líderes de nuestros alumnos, sino que debe ser una obligación ya que debemos educar con el ejemplo y si no somos claros al transmitir una idea por escrito difícilmente podamos ser buenos educadores. ¿No les parece? Saludos Natalia Gil
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Reflexiones sobre la desaparición de la infancia.

Por *CARLOS ERNESTO NOGUERA Resumen Si la infancia ha desaparecido o está en vías de desaparecer, las reflexiones y prácticas pedagógicas tendrían que transformarse. El presente artículo retoma algunos estudios en los que la infancia es considerada como una Categoría social, histórica, y por tanto, variable en el tiempo y en distintas culturas; de otro lado, señala algunos trabajos que desde la década de los años ochenta han venido planteando la “desaparición” de la infancia y, a propósito de ellos, esboza algunos reflexiones preliminares sobre las implicaciones que tal acontecimiento tendrá para el saber pedagógico, el maestro y la escuela.

* Profesor Universidad Pedagógica Nacional de Colombia carlosernesto@supercabletv.co · El artículo completo está adjunto en pdf. para abrirlo hacer click aquí: la desaparición de la infancia.pdf
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