motivación (5)

En búsqueda de la motivación en historia

 

Escrito por Steffan Giadach

ensenanza_historia.jpg

Cada profesor que se enfrenta a su labor diaria de enseñanza mantiene dentro de sus cuantiosas reflexiones la necesidad de mantener una constante motivación por parte de sus estudiantes a lo largo de sus clases como forma de generar un real interés a la hora de traspasar los conocimientos de una determinada materia. De esta manera, profesores de Lenguaje, Matemática, Química y las demás áreas de conocimiento que integran el currículum nacional, se las ingenian día a día para labrar, tal como un alfarero a su vasija, una motivación efectiva a través de diferentes medios y recursos didácticos, como así también junto a las diversas metodologías necesarias al momento de realizar una clase determinada.

Siguiendo el esquema anterior, cabe derivar la reflexión hacia la relación entre la motivación y la enseñanza de la Historia propiamente tal. Como profesores del ramo, nos sentimos orgullosos de manifestar un gran interés por toda fuente secundaria (y si es primaria, mejor aún) sea esta un libro de algún historiador connotado o una reproducción arqueológica de una cultura determinada. Se nos reconoce como ratones de biblioteca y también como asiduos visitantes de museos y lugares patrimoniales. Con todo este interés que nos acompaña y define ¿De qué manera hacemos parte del mismo interés a nuestros estudiantes? Frente a la pregunta anterior se abre un amplio abanico de respuestas conforme a las diversas metodologías aplicadas por cada docente en particular, y he aquí donde comienza el largo camino hacia el desarrollo de la motivación efectiva en lo que a los contenidos históricos se refiere.

Este largo camino, que a ratos pareciera volverse infranqueable, en la actualidad se puede recorrer de buena manera si consideramos todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance. Como profesores noveles, provenimos de la generación que se educó en la etapa escolar con transparencias y diapositivas para pasar en nuestros años universitarios a conocer medios como las proyecciones, powerpoints, google earth, prezi y vaya a saber uno cuántos más se están incubando en este preciso momento albergados por la era de la información y el conocimiento. Si antes debíamos pasar horas en una biblioteca buscando una imagen específica para luego fotocopiarla o convertirla en diapositiva, hoy accedemos a la misma a solo unos cuantos clics de distancia y no conformes con editarla para mejorarla, cuando se da el caso, podemos exhibirla y trabajar con ella de múltiples maneras en beneficio del aprendizaje de nuestros estudiantes. Pero si bien, uno como profesor puede desarrollar una clase con un set de atrayentes imágenes y extractos de videos ¿Qué sucede cuando el estudiante manifiesta una clara desmotivación frente a la clase en cuestión?

La anterior no debiera de ser una pregunta para tomar a la ligera, estamos claros en que muchas veces los estudiantes físicamente no pueden responder de buena manera en una clase, sea por una enfermedad en incubación, un desayuno deficiente, o más bien apurado, según los tiempos actuales, o que lisa y llanamente no le guste la Historia y no conforme con ello lo haga saber de manera directa. Y es por ello que se hace necesaria la reflexión consistente en esclarecer este largo camino que implica el desarrollo de la motivación.

No debemos conformarnos con simplemente saber el Qué enseñar, sino que debemos hacernos responsables de nuestra labor al trabajar por descubrir el Cómo enseñar

Se dice que los estudiantes reconocen cuando un profesor está preparado al momento de hacer la clase y también cuando realmente manifiesta un gusto al momento de desarrollar la misma. La retribución en estos casos debiese ser lógicamente el mantenimiento de una atención y un claro interés por participar de la clase. En este caso, podríamos hablar de una clase efectiva, en la cual el proceso de enseñanza aprendizaje es llevado a cabo de buena manera. Cuando esto no es así, estamos en presencia de un problema grave frente al cual nuestro deber es trabajar duramente hasta encontrar la solución al mismo, sea contextualizando el contenido a la realidad inmediata, sea utilizando la amplia gama de medios y recursos didácticos disponibles ya que no podemos juzgar a aquellos estudiantes que abiertamente expresan que "me carga la historia" o que "no soporto la clase" con apelativos tan equívocos como que son flojos o desordenados. Si a un estudiante le "carga la historia" o "no la soporta" es deber nuestro el indagar la causa de ello, no viendo al mismo como un obstáculo para el desarrollo de la clase, si no que como un componente principal del proceso de enseñanza aprendizaje hacia el cual junto a los demás integrantes del curso debiese ir todo nuestro esfuerzo como forma de traspasar los contenidos, en este caso, históricos. Y aquí entramos a un punto clave, referente a establecer los pasos a seguir para el tratamiento de dichos contenidos.

Si consideramos el uso de imágenes y videos en una clase ¿Podemos afirmar que tenemos gran parte del trabajo hecho? Personalmente considero que el mismo debiera alcanzar una visión más completa, concerniente a desarrollar en los estudiantes habilidades tan necesarias como la interpretación, análisis de fuentes (en lo posible, de toda la gama de fuentes históricas existentes), síntesis de información y argumentación entre tantas otras que los estudiantes pueden desarrollar de manera efectiva si asumimos nuestro rol de guías y formadores dentro del proceso de enseñanza aprendizaje. La Historia como concepto propiamente tal posee herramientas elementales para la comprensión del mundo actual que debemos interiorizar y valorar tanto nosotros como los estudiantes como integrantes de la sociedad. La motivación para lograr tal objetivo es el elemento catalizador que da inicio al desarrollo del proceso de enseñanza aprendizaje necesario para el normal transcurso de los contenidos dentro de la educación. Creo fervientemente que si el profesor se muestra motivado frente a la ardua labor de educar, los estudiantes también lo estarán y que frente al caso inverso, con un profesor desmotivado, los estudiantes también responderán de la misma manera, desganada y convirtiendo la clase en una larga espera hasta el toque de la campana.

No debemos conformarnos con simplemente saber el Qué enseñar, sino que debemos hacernos responsables de nuestra labor al trabajar por descubrir el Cómo enseñar en beneficio directo del desarrollo de competencias y habilidades por parte de nuestros estudiantes. Y la dinámica anterior, representa un gran desafío que nos motiva como profesores a desarrollar un trabajo cada vez mejor.


Imagen extraída de www.redires.net

Publicado en: saladeprofes.com

 
Leer más…
Hoy día oímos hablar mucho del esfuerzo, de la necesidad de esforzarse para conseguir algo en la vida. Sin embargo, la sociedad del bienestar y el consumo nos está vendiendo la idea contraria a la necesidad de esfuerzo. Parece que la comodidad y el confort se pueden alcanzar sin trabajo e incluso que estén reñidos con él. Esta idea supone un coste que afecta de forma especial a los niños y jóvenes. Observamos que los niños presentan una incapacidad alarmante (a nuestro juicio) para soportar esfuerzos. Incapacidad que supone consecuencias muy negativas para la persona como sentimientos de impotencia y conformismo; la no valoración de las cosas y, consecuentemente, la incapacidad de disfrutar de ellas y falta de entusiasmo. Estos factores pueden desembocar en conductas de riesgo como el consumo de sustancias asociadas a la obtención de placer fácil o bien para poder soportar el esfuerzo que supone la realización de determinadas actividades: ir de marcha sin cansarse, comer sin engordar, etc. Es de tal interés el esfuerzo que ha llegado a constituir uno de los cinco ejes fundamentales de la nueva política educativa. Según la reciente LEY DE CALIDAD en su Preámbulo, los valores del esfuerzo y de la exigencia personal constituyen uno de esos ejes que reflejan las medidas encaminadas a promover la mejora de la calidad del sistema educativo. Constituyen condiciones básicas para la mejora de la calidad del sistema educativo, valores cuyos perfiles se han ido desdibujando a la vez que se debilitaban los conceptos del deber, de la disciplina y del respeto al adulto. Lo que pretendemos en este artículo es analizar someramente qué entendemos por esfuerzo, cuáles son las variables humanas que están íntimamente unidas al esfuerzo (la disciplina, la motivación, el valor del trabajo bien hecho, etc.) En otro artículo analizaremos de forma más detallada, el papel que juega el esfuerzo en el aprendizaje de los niños. Una tarea urgente para hacer de los niños personas que sepan afrontar las dificultades, consiste en enseñarles el VALOR DEL ESFUERZO, la necesidad de una fuerza de voluntad fuerte. Entre los 7 y los 12 años (periodo conocido como preadolescencia) los individuos se encuentran en un momento decisivo de su vida. Es la etapa en la que hay que comenzar a desarrollar las principales virtudes. Es el momento de educarles en la generosidad, ayudarles a ser trabajadores, sinceros... Y, por supuesto, es cuando se da el pistoletazo de salida para crear en ellos la capacidad de esfuerzo. Hay que luchar y evitar la formación de una personalidad débil, caprichosa e inconstante, propia de personas incapaces de ponerse metas concretas y cumplirlas. Al no haber luchado ni haberse esforzado a menudo en cosas pequeñas, tienen el peligro de convertirse en no aptos para cualquier tarea seria y ardua en el futuro. Y, la vida está llena de este tipo de tareas. La respuesta está en ofrecer siempre ayuda, cada día más, para adquirir unas capacidades muy importantes para poder enfrentarse a la vida: la voluntad para la lucha, la capacidad de sacrificio y el afán de superación. Si no se consiguen, se cae en la mediocridad, el desorden, la dejadez... Por eso, no es de extrañar que hayan llamado a la fuerza de voluntad la facultad de la victoria. Para poder inculcar en sus hijos el valor del esfuerzo y una educación basada en el mismo, es necesario tener en cuenta unos criterios generales, veámoslos. Criterios para fomentar en los niños el valor del esfuerzo: El ejemplo por parte de los adultos tiene una gran importancia, especialmente el de los padres. Los chicos necesitan motivos valiosos por los que valga la pena esforzarse y contrariar los gustos cuando sea necesario. Hay que presentar el esfuerzo como algo positivo y necesario para conseguir la meta propuesta: lo natural es esforzarse, la vida es lucha. Es necesaria cierta exigencia por parte de los adultos. Con los años, es lo deseable, se transformará en autoexigencia. Hay que plantear metas a corto plazo, concretas, diarias, que los adultos puedan controlar fácilmente: ponerse a estudiar a hora fija, dejar la ropa doblada por la noche, acabar lo que se comienza, etc. Las tareas que se propongan a los niños han de suponer cierto esfuerzo, adaptado a las posibilidades de cada uno. Que los chicos se ganen lo que quieren conseguir. Las tareas tendrán una dificultad graduada y progresiva, según vayan madurando. Conseguir metas difíciles por sí mismos, gracias al propio esfuerzo, les hace sentirse útiles, contentos y seguros. Muchas veces el fracaso será más eficaz que el éxito, en la búsqueda de una voluntad fuerte. Y es que a nuestro entender, son dos los conceptos claves para la promoción del esfuerzo: voluntad y motivación. La VOLUNTAD se puede trabajar y entrenar día a día con el fin de automatizar los comportamientos y así, disminuir la sensación de esfuerzo. La paciencia es el soporte esencial de la voluntad y si es el adulto no es capaz de tenerla, mal va a poder enseñarla al niño. No hay esfuerzo si no hay motivo. Sin MOTIVACIÓN es imposible que alguien luche por una meta. Sin una meta, sin un objetivo… no existe el movimiento. Será de la motivación de donde surja la disposición para el esfuerzo. Detrás de cada actividad que realizamos siempre hay una motivación que actúa como el motor que nos va a permitir realizar el esfuerzo necesario para alcanzar las metas. Por tanto, es básico conocer, aplicar y generar las motivaciones que impulsan al niño, para lo que se deberá conocer y escuchar a los hijos, entrenándoles en la capacidad de motivarse a sí mismos. Esperar la suerte, la lotería, ser “elegido”… son respuestas pasivas que no implican apenas esfuerzo. No hay esfuerzo cuando se tiene todo lo que se desea, no hay esfuerzo cuando antes de abrir la boca se tiene una necesidad cubierta. La capacidad de esfuerzo está en cada uno de los individuos, pero es fácilmente desviable hacia derroteros distintos de la correcta conducta, cuando se ven bombardeados por otras expectativas de vida, el éxito fácil de algunos ídolos, la precariedad del empleo, el nulo esfuerzo para alcanzar otras metas más elementales… Cuando los niños son pequeños, las motivaciones vendrán dadas por las recompensas externas, la valoración social y la atracción de la actividad asociada al juego (motivación extrínseca). Poco a poco se les irá enseñando a desarrollar motivaciones relacionadas con la experiencia del orgullo que sigue al éxito conseguido y al placer que conlleva la realización de la tarea en sí misma (motivación intrínseca). La motivación intrínseca es aquella que permite hacer algo porque se está interesado directamente en hacerlo y no por otra razón. Contamos con algunos recursos para desarrollar la motivación intrínseca: desde el campo intelectual, curiosidad y desafío, y desde el emocional, el placer y autoconocimiento. La combinación de voluntad y motivación necesita ser “regada” por una abundante dosis de alegría, ilusión, cariño y ejemplo. Un buen medio para fortalecer la voluntad consiste en seguir una DISCIPLINA y una exigencia. Por ejemplo, ateniéndose a unas normas de convivencia en casa, en el colegio... Por eso son convenientes los juegos y deportes: en ellos deberán observar unas reglas elementales que les creen hábitos de disciplina: horarios de entrenamiento, obedecer al entrenador, cuidar de su material, etc. Al hacer vivir esta disciplina hay que tener en cuenta el modo de ser, la edad y las posibilidades de cada uno de los hijos, respetando su personalidad y sabiendo conjugar la exigencia y la firmeza, con el cariño y la comprensión. En un mundo desordenado, la disciplina externa es necesaria e incluso esencial. Debemos recordar que los niños no tienen la capacidad suficiente para conducirse por sí mismos. En determinados momentos de la vida, los padres y profesores se ven obligados a poner límites a la conducta, a establecer algunas reglas externas y con el tiempo, entregan a los niños y jóvenes la responsabilidad de conducirse por sí mismos de manera adecuada. R. FEUERSTEIN, tiene como lema de su filosofía de enseñanza, la frase “no me aceptes como soy”. Supone que la educación debe ayudar a superar nuestras limitaciones que puede mejorar nuestra capacidad intelectual y de aprendizaje, y que eso solo se consigue a través de la motivación, el esfuerzo y la autodisciplina. Es importantísimo que los niños lleguen a comprender el valor de la OBEDIENCIA. Haciendo caso a los adultos, los chicos actúan con un objetivo concreto y preciso en vez de seguir los impulsos de las propias ganas o apetencias. Obedeciendo encauzan sus energías y capacidades lo que les ayudará a construir una personalidad fuerte y definida. Pero para que haya obediencia ha de existir autoridad efectiva de los adultos: no hay que tener miedo a exigir. Contar con un horario les ayudará a desarrollar su CAPACIDAD DE AUTOEXIGENCIA. Es bueno que los chicos cumplan un plan. Si desde pequeños se acostumbran a hacer en cada momento lo que deben y no lo que les apetece, habremos avanzado decididamente hacia una voluntad fuerte. Dentro del horario tiene una particular importancia la puntualidad en el comienzo de las tareas. La exigencia es generadora de una mayor motivación, y ésta, a su vez, conduce a los niños a implicarse y a esforzarse con mayor intensidad en sus tareas cuando son portadoras de sentido. La simple imposición de una exigencia y el miedo a las eventuales consecuencias negativas de su incumplimiento no conducen, en la mayoría de los casos, a una mayor motivación por la realización de las tareas y los aprendizajes ni incrementan la disposición de la persona a esforzarse. Las personas se esfuerzan en la realización de una tarea o actividad cuando entienden sus propósitos y finalidades, cuando les parece atractiva, cuando sienten que responde a sus necesidades e intereses, cuando pueden participar activamente en su planificación y desarrollo, cuando se perciben como Competentes para abordarla, cuando se sienten cognitiva y afectivamente implicados y comprometiéndose en su desarrollo, cuando pueden atribuirle un sentido. El DOMINIO DE SÍ MISMO es otra buena escuela para el fortalecimiento de la voluntad. El autodominio consiste en controlar los impulsos espontáneos que no vengan a cuento: levantarse mientras se estudia, gritar, lanzarse a por su comida preferida, incluso antes de que se ponga el plato encima de la mesa... Poco a poco, chicos y chicas deben controlarse y, en concreto: - Vencer el mal humor. - Saber acabar todos los proyectos que han empezado. - Dominar la impaciencia. El vencimiento habitual en estas cosas, aparentemente menudas, va creando hábitos de autodominio, de renuncia. A veces convendrá renunciar a cosas buenas para robustecer esta fuerza de voluntad e ir alcanzando la madurez: no salir hasta que se haga la tarea; estudiar para luego poder ver la televisión, etc. Otras veces, interesará crear las ocasiones: preparar una excursión en la que se ande mucho, preparar una actividad no especialmente del agrado de los hijos... Sin duda alguna, no hay medio más efectivo para desarrollar la fuerza de voluntad que el trabajo; pero el TRABAJO BIEN HECHO. Una persona que desde pequeña se acostumbra a trabajar esforzadamente, no se dejará llevar por la ley del capricho y el antojo. Para ello, debemos exigir realizar sus actividades con perfección. Que terminen bien las cosas, y no se acostumbren a hacer las cosas de cualquier manera, o a dejar sus tareas a medio hacer. En conclusión: la obra bien hecha, el trabajo bien acabado, es un fundamento seguro para educar una voluntad fuerte. Para que el trabajo cumpla su función educativa ha de ser realizado con la mayor perfección de que es capaz la persona en cada momento. Lo fundamental está en llegar a transmitir a las familias que la capacidad de esfuerzo no viene de nacimiento; que precisa de un entrenamiento basado en la creación de hábitos firmes, a través del orden y la constancia desde los primeros momentos de la vida del niño; que es necesario promover en sus hijos motivos suficientes que les hagan sentir que merece la pena el esfuerzo realizado. Baste a continuación, algunas ESTRATEGIAS CONCRETAS QUE AYUDAN A DESARROLLAR EL ESFUERZO EN LOS NIÑOS(2). 1. Evitar adjudicarse el papel de “esclavos” de los hijos. Desde pequeños han de ir asumiendo sus responsabilidades por básicas que sean. 2. Ayudarles a ser autosuficientes. 3. Enseñarles a calibrar adecuadamente el coste de las demandas que conlleva la sociedad de consumo y a ser críticos con las necesidades que genera. 4. Aprovechar cualquier momento para destacar explícitamente el esfuerzo que hay detrás de los logros. 5. Inculcarles que no todo es de usar y tirar. 6. Acostumbrarles a que adquieran compromisos y exigirles su cumplimiento, enseñándoles previamente a establecerse metas realistas. 7. Enseñarles con nuestro propio comportamiento, a superar con humor las situaciones frustrantes. 8. Entrenarles para poder tomar sus propias decisiones, desde ir al cine o al parque hasta decidir sus estudios. Enseñarles a asumir las consecuencias de esas decisiones. 9. Promover su generosidad procurando que compartan, regalen y participen en actos solidarios. 10. ayudarles a controlar sus impulsos para que sean capaces de demorar las gratificaciones y tolerar la frustración. Para ello es importante: no ceder en seguida a sus caprichos; anticiparles los momentos gratificantes; hablar con ellos sobre el futuro y favorecer que se tracen algún pequeño proyecto a medio-largo plazo; favorecer la realización de colecciones o cualquier afición que suponga esfuerzo y perseverancia; dosificar los regalos, asociarlos a algún éxito propio; no permitir que dejen las cosas sin acabar; mostrarse pacientes y constantes con ellos. Por último y como conclusión, decir que para educar al individuo en el esfuerzo, podemos proponer una serie de objetivos concretos, a corto plazo, que podamos controlar diariamente. La fuerza de voluntad se forja en cumplir habitualmente todo lo que hay que hacer, aunque no apetezca. Así, una semana podemos decirle que se esfuerce por acabar siempre su tarea; otra, que asista puntualmente a clase, etc. Fuente Escuela de Padres MEC Ministerio de Educación de España
Leer más…

Los que trabajamos con pre-adolescentes o adolescentes sabemos lo difícil que es lograr estimularlos para que estudien y cumplan con las tareas escolares. Algunas veces esto se debe a falta de motivación, otras veces a qué no saben cómo hacer para organizarse y casi siempre a una mezcla de ambas circunstancias. Si bien el papel de los padres es decisivo en el éxito escolar de sus hijos y en la responsabilidad frente al estudio, como docentes podemos y debemos guiarlos para que tengan hábitos de estudio. Cuando tuve la oportunidad de trabajar con jóvenes, el concientizar a los padres sobre este aspecto y comprometerlos, tanto en reuniones grupales, entrevistas y cartas al respecto enviadas en los cuadernos de comunicados, me ha dado muy buenos resultados. Especialmente cuando esto se hace en forma general (sin mencionar puntualmente a "su" hijo y a comienzo de año, antes de que se tomen las primeras evaluaciones. Un pedido muy importante para hacerle a los padres es que dispongan de un tiempo y un lugar silencioso y ordenado para que estudien sus hijos y que dispongan en lo posible del material necesario. Muchas veces las viviendas pequeñas, a veces con familias numerosas y el televisor siempre prendido atentan contra la disposición a estudiar. Si se fijan horarios y lugares que sean respetados por los familiares se ayudará al estudiante a cumplir con sus tareas. Las estrategias de aprendizaje son todo el conjunto de recursos de que dispone el alumno para poder aprender. Buena parte de estos recursos, y en especial las llamadas técnicas de estudio, son ejercitadas especialmente en la casa, en momentos en que los alumnos no tienen cerca al profesor para preguntarle y dispone de un tiempo de trabajo flexible, que puede aprovechar en mayor o menor grado. Algunos padres, en este tiempo de trabajo en casa, ejercen una influencia positiva en la formación de hábitos de estudio y en el desarrollo de la responsabilidad del joven, pero otros por falta de tiempo o de interés no atienden a estas cuestiones. Para ayudar a los alumnos con la organización de su tiempo de estudio y con el cumplimiento de las tareas acá va un ejercicio que pueden realizar en la clase. Hace muchos años lo bajé de internet de una página española y lamento no tener la fuente para citarla. PLANIFICAR EL ESTUDIO El doctor López es un cirujano con una gran autoestima: se considera un gran profesional. Ha escrito como organiza su tiempo de trabajo y tú vas a valorar si lo hace bien o mal. Califica la actitud que narra cada frase con estos parámetros: BIEN o MAL . Puedes agregar otros adjetivos. * Opero cuando tengo ganas. Mis pacientes saben que los voy a operar, pero nunca fijo fecha. * Siempre dejo el último al enfermo más difícil. Cuando le toca estoy tan cansado que prefiero dejarlo * A veces, cuando estoy en el quirófano con todo preparado, no me siento inspirado y aplazo la intervención para el día siguiente. * Muchas veces empiezo a operar y a los cinco minutos lo dejo para descansar. * A veces trabajo durante horas y horas sin descansar ni un minuto, pues he demorado tanto las intervenciones que se acaban las posibilidades de salvar a mis enfermos, pero así siempre he salvado a alguien. * En general, estoy meses sin operar, y antes de las vacaciones, opero desesperadamente. * Muchas veces me pongo a intervenir a un enfermo y no sé de qué lo tengo que operar. * En general nunca tengo mucha idea del trabajo que hay por delante, aunque sé que me esperan pacientes pendientes de operar. * A veces reservo diez horas para una intervención muy sencilla. * Otras veces sólo reservo diez minutos para hacer una operación complicada. * Cuando me llaman por teléfono en medio de una intervención, por supuesto que la interrumpo, pues seguro que será más importante que lo que estoy haciendo. Lo mismo hago si me hablan o si recuerdo algo que tengo que hacer. * Mientras estoy operando me gusta pensar en lo que haré el fin de semana con mis amigas y amigos, me sirve para hacer más llevadero el rato. * Cuando tengo que hacer una operación, no lo anoto en ningún lugar fijo, o uso papelitos que se me pierden, pero casi siempre me acuerdo. Piensa ¿Te dejarías operar por el doctor López.? Ahora vamos a hacer un ejercicio más personal: vuelve a leer las frases del cirujano, pero sustituyendo:  Donde dice operar o intervenir: cambiarlo por estudiar o trabajar.  Donde dice enfermo o paciente: cambiarlo por materia o asignatura. Al mismo tiempo, piensa si las nuevas frases dicen cosas que se podrían aplicar a tu estilo de trabajo escolar o estudio. Colocale a cada frase: SI o NO. Si el número de veces que has contestado SI es superior a cuatro deberías buscar la forma de organizarte mejor. PLANIFICACIÓN A continuación tienes unas frases referidas a la planificación y utilización del tiempo de estudio. Al final de cada una, escribe si las frases valen para vos y NO en caso contrario. CUESTIONES 1. Dejo para última hora casi todo lo que tengo que hacer o estudiar 2. No he conseguido habituarme a trabajar diariamente un tiempo fijo 3. En casa no tengo horario o agenda de estudio 4. A veces dejo sin concluir el trabajo o el estudio 5. Pierdo mucho tiempo por no haber preparado lo necesario antes de empezar a trabajar y estudiar 6. Mientras estudio o trabajo suelo tener interrupciones que me roban tiempo 7. Anoto en cualquier lugar los trabajos que tengo que hacer o los temas que hay que estudiar 8. Empiezo a resolver las tareas que más me gustan o me resultan más fáciles, y dejo para el final lo más difícil o desagradable. Si el número de SI es superior a dos, deberías dedicar algún rato a organizar su tiempo. LEYES PARA ORGANIZAR TU TIEMPO Esta actividad tiene como objetivo facilitar criterios que deben guiar la gestión del tiempo de tu estudio. Las leyes son: 1. AUTONOMIA: Podés pedir ayuda para organizarte, pero el que debe decidir y después cumplir SOS VOS. 2. REGULARIDAD: Dedicar diariamente al estudio alrededor de una hora es más eficaz que “matarse” estudiando de vez en cuando. 3. DOSIFICACIÓN (No te "agotes" las neuronas). Por cada hora dedicada a estudiar, debes descansar diez minutos, aunque no te sientas cansado. 4. EXCLUSIVIDAD: Durante el tiempo de trabajo evitá todo lo que te pueda distraer. Dejá para el tiempo libre cualquier otra cosa. Que nadie ni nada te moleste. 5. PRIORIDAD: Asigná a cada área el tiempo de forma proporcional a su dificultad. 6. ORDENACIÓN: Empezá a trabajar por las áreas que consideres de dificultad media, seguí con las difíciles y finalmente hacé las que te resultan más fáciles. Los científicos aseguran que es lo más práctico. 7. AGENDA (Dejalo todo escrito): Conseguí una agenda, que te acompañe a todas partes. Escribí en ella tus proyectos y todo lo que tenés que hacer. Tu agenda será tu jefa: ella te indicará siempre qué tienes que realizar. Pensá cómo te gustaría organizar tu propia agenda. ¿Cómo te gustaría que fuese? ¡Con qué formato te va a resultar más útil para completarla y revisarla a diario? ------------------------------------------------------------------ Natalia Gil - Lic. en Ciencias de la Educación
Leer más…

Temas del blog por etiquetas

Archivos mensuales